La Cruïlla (El Cruce de caminos)
Es este, el nombre que, de manera extraoficial, mucha gente utiliza para referirse a las tierras de la antigua diócesis de Tortosa. Unas tierras donde confluyen tres de los territorios que conformaron la antigua Corona de Aragón, pero dónde hay pruebas, de la ocupación humana ininterrumpida, desde el Paleolítico, como las pinturas rupestres del Valle Torcido, las de Morella la vieja o la Cueva de los roedores, los poblados íberos del Puig de la Nave, el de la Misericordia o el de la Moleta de Remei, numerosos restos de la cultura romana, visigótica -el mismo nacimiento de la diócesis en el siglo IV- y su listado ininterrumpido de obispos hasta la época musulmana; que también deja una numerosa impronta, desde nombres de pueblas hasta norias, acequias y castillos. Por no hablar de los castillos medievales que rellenan estas tierras, testigos de la expansión hacia el sur de los reinos cristianos en la edad mediana, acompañados de monasterios como el de santa Maria de Benifassà.
Y esto, solo con la historia antigua y medieval, por qué si entramos a disfrutar de la natura, podamos, teniendo Vinaròs como campo base, pasar de una de las reservas húmedas más grandes de la Península, como el Delta del Ebro a pasajes de montaña a La Tenencia, elsPorts, de Morella, Tortosa y Beseit o a las llanuras del Maestrat de Terol.
Y este pequeño buchito de lo que tenemos para disfrutar en nuestra comarca, adobado con una cocina que dejará más que satisfechos los más exigentes paladares.